La soberanía de Grecia sobre Creta se reconoció en esta época, pero la incorporación del norte del Épiro a la Albania independiente echó por tierra las esperanzas de Grecia de anexionar esta zona, donde había un importante núcleo de población griego.
A pesar de este contratiempo, las nuevas adquisiciones territoriales de Grecia eran realmente considerables. Los territorios de la Grecia Nueva sumaron alrededor de un 70% más a la extensión total del país, y el número de habitantes aumentó de 2.800.000 a 4.800.00, aproximadamente. No todos estos nuevos ciudadanos eran griegos. La mayor comunidad de Salónica, por ejemplo, era de judíos sefardíes, descendientes de los judíos expulsados de España en 1492, que todavía hablaban ladino y que, lejos de proclamar a los griegos sus libertadores, los consideraban sus competidores en el próspero comercio de la ciudad. En el resto de los territorios recién adquiridos había un número considerable de eslavos, musulmanes (principalmente turcos) y valacos, los cuales hablaban un dialecto rumano. En la mejor de las circunstancias, la integración de esos territorios, con semejantes grupos de distinto origen étnico, había ocasionado problemas, pero el proceso se complicó aún más con las repercusiones que tuvo para Grecia el estallido de la Primera Guerra Mundial.
En el verano de 1913, Grecia se había revelado ya como una potencia mediterránea importante.
Richard Clogg: Historia de Grecia (Cambridge University Press, 1998)
A pesar de este contratiempo, las nuevas adquisiciones territoriales de Grecia eran realmente considerables. Los territorios de la Grecia Nueva sumaron alrededor de un 70% más a la extensión total del país, y el número de habitantes aumentó de 2.800.000 a 4.800.00, aproximadamente. No todos estos nuevos ciudadanos eran griegos. La mayor comunidad de Salónica, por ejemplo, era de judíos sefardíes, descendientes de los judíos expulsados de España en 1492, que todavía hablaban ladino y que, lejos de proclamar a los griegos sus libertadores, los consideraban sus competidores en el próspero comercio de la ciudad. En el resto de los territorios recién adquiridos había un número considerable de eslavos, musulmanes (principalmente turcos) y valacos, los cuales hablaban un dialecto rumano. En la mejor de las circunstancias, la integración de esos territorios, con semejantes grupos de distinto origen étnico, había ocasionado problemas, pero el proceso se complicó aún más con las repercusiones que tuvo para Grecia el estallido de la Primera Guerra Mundial.
En el verano de 1913, Grecia se había revelado ya como una potencia mediterránea importante.
Richard Clogg: Historia de Grecia (Cambridge University Press, 1998)
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