DÍAS DE 1896
Se envileció totalmente. Una tendencia erótica
muy prohibida y despreciada
(innata sin embargo) fue la causa:
era la sociedad puritana en extremo.
Gradualmente perdió su escaso dinero;
después perdió su rango, y su reputación.
Se acercaba a los treinta sin que nunca por un año
durara en un trabajo, al menos conocido.
A veces sus gastos los ganaba
con tratos que se consideran vergonzosos.
Llegó a ser un sujeto que al que vieran con él
a menudo, era probable que lo comprometiera en forma
grave.
Pero no sólo esto. Ello no sería justo.
Bastante más vale de su belleza el recuerdo.
Otro aspecto existe que si desde él se mira
aparece como atractivo; aparece como un sencillo y
verdadero
muchacho del amor, que por sobre el honor,
y su reputación colocó sin prevenciones
la voluptuosidad pura de su cuerpo puro.
En cuanto a su fama? La sociedad que era
puritana en extremo sacaba necias conclusiones.
DÍAS DE 1901
Esto era lo que había en él de singular:
que en medio de toda su vida disoluta
y de su mucha experiencia en el amor,
a pesar de la habitual armonía
entre su actitud y su edad,
había algunos instantes -pero muy raros
ciertamente- en que daba la impresión
de una carne casi intacta.
La hermosura de sus veintinueve años,
tan probada en el placer,
había momentos en que paradojalmente recordaba
a un adolescente que -con cierta torpeza- al amor
por primera vez su cuerpo puro entrega.
DÍAS DE 1903
No los hallé ya otra vez -tan luego perdidos...
los ojos poéticos, el pálido
rostro ... en el anochecer de la calle ...
No los hallé ya más -conquistados sólo por casualidad,
que así con ligereza dejé;
y después con angustia anhelaba.
Los ojos poéticos, el pálido rostro,
los labios aquellos no los hallé más.
DÍAS DE 1908
Aquel año se encontró sin trabajo;
y en consecuencia vivía de las cartas,
y de los dados, y de dinero prestado.
Un puesto, con tres liras al mes, le habían ofrecido
en una pequeña papelería.
Pero lo rechazó, sin ninguna vacilación.
No le venía. No era sueldo para él,
un joven con bastante cultura, y de veintidós años.
Ganaba, no ganaba dos, tres chelines al día.
De las cartas y los dados qué podía sacar el muchacho,
en los cafés de su clase, populares,
por más que jugara con viveza, por más que eligiera necios.
El dinero prestado, eso era y no era plata.
Raramente alcanzaba a un talero, lo más frecuente medio,
a veces caía a sólo un chelín.
Cada semana, a veces más seguido,
cuando se libraba del terrible trasnochar,
se refrescaba bañándose, nadando en la mañana.
Su ropa era una terrible ruina.
Siempre llevaba el mismo traje, un traje
muy desteñido color canela.
Ah días del verano del novecientos ocho,
de vuestra visión, artísticamente,
se borró la ropa raída color cáscara.
Vuestra visión lo conservó
cuando se despojaba de ellas, cuando se las quitaba,
las ropas indignas, la ropa interior remendada.
Y quedaba enteramente desnudo,
inmaculadamente hermoso: una maravilla.
Sus cabellos sin peinar, desordenados;
sus miembros un poco quemados
por la desnudez matinal en los baños, y en la playa.
DÍAS DE 1909, 1910 y 1911
De un maltraído, pobrísimo marino
(de una isla del Mar Egeo) era hijo.
Trabajaba donde un herrero. Usaba ropa vieja.
Sus zapatos de trabajo raídos y míseros.
Sus manos estaban manchadas de herrumbre y aceite.
Al caer la noche, cuando cerraba el taller,
si había algo que deseaba mucho,
alguna corbata un poco cara,
alguna corbata para el domingo,
o si había visto en una vitrina y la quería
alguna bonita camisa azul oscuro,
vendía su cuerpo por un talero o dos.
Me pregunto si en los tiempos antiguos
poseyó la gloriosa Alejandría un joven más bellísimo,
un muchacho 'más perfecto que él - que se perdió:
no hubo, se comprende, estatua o pintura suya:
arrojado al mísero taller de un herrero,
se hubo de acabar tempranamente por el trabajo penoso
y por una vulgar corrupción, desdichada.
Se envileció totalmente. Una tendencia erótica
muy prohibida y despreciada
(innata sin embargo) fue la causa:
era la sociedad puritana en extremo.
Gradualmente perdió su escaso dinero;
después perdió su rango, y su reputación.
Se acercaba a los treinta sin que nunca por un año
durara en un trabajo, al menos conocido.
A veces sus gastos los ganaba
con tratos que se consideran vergonzosos.
Llegó a ser un sujeto que al que vieran con él
a menudo, era probable que lo comprometiera en forma
grave.
Pero no sólo esto. Ello no sería justo.
Bastante más vale de su belleza el recuerdo.
Otro aspecto existe que si desde él se mira
aparece como atractivo; aparece como un sencillo y
verdadero
muchacho del amor, que por sobre el honor,
y su reputación colocó sin prevenciones
la voluptuosidad pura de su cuerpo puro.
En cuanto a su fama? La sociedad que era
puritana en extremo sacaba necias conclusiones.
DÍAS DE 1901
Esto era lo que había en él de singular:
que en medio de toda su vida disoluta
y de su mucha experiencia en el amor,
a pesar de la habitual armonía
entre su actitud y su edad,
había algunos instantes -pero muy raros
ciertamente- en que daba la impresión
de una carne casi intacta.
La hermosura de sus veintinueve años,
tan probada en el placer,
había momentos en que paradojalmente recordaba
a un adolescente que -con cierta torpeza- al amor
por primera vez su cuerpo puro entrega.
DÍAS DE 1903
No los hallé ya otra vez -tan luego perdidos...
los ojos poéticos, el pálido
rostro ... en el anochecer de la calle ...
No los hallé ya más -conquistados sólo por casualidad,
que así con ligereza dejé;
y después con angustia anhelaba.
Los ojos poéticos, el pálido rostro,
los labios aquellos no los hallé más.
DÍAS DE 1908
Aquel año se encontró sin trabajo;
y en consecuencia vivía de las cartas,
y de los dados, y de dinero prestado.
Un puesto, con tres liras al mes, le habían ofrecido
en una pequeña papelería.
Pero lo rechazó, sin ninguna vacilación.
No le venía. No era sueldo para él,
un joven con bastante cultura, y de veintidós años.
Ganaba, no ganaba dos, tres chelines al día.
De las cartas y los dados qué podía sacar el muchacho,
en los cafés de su clase, populares,
por más que jugara con viveza, por más que eligiera necios.
El dinero prestado, eso era y no era plata.
Raramente alcanzaba a un talero, lo más frecuente medio,
a veces caía a sólo un chelín.
Cada semana, a veces más seguido,
cuando se libraba del terrible trasnochar,
se refrescaba bañándose, nadando en la mañana.
Su ropa era una terrible ruina.
Siempre llevaba el mismo traje, un traje
muy desteñido color canela.
Ah días del verano del novecientos ocho,
de vuestra visión, artísticamente,
se borró la ropa raída color cáscara.
Vuestra visión lo conservó
cuando se despojaba de ellas, cuando se las quitaba,
las ropas indignas, la ropa interior remendada.
Y quedaba enteramente desnudo,
inmaculadamente hermoso: una maravilla.
Sus cabellos sin peinar, desordenados;
sus miembros un poco quemados
por la desnudez matinal en los baños, y en la playa.
DÍAS DE 1909, 1910 y 1911
De un maltraído, pobrísimo marino
(de una isla del Mar Egeo) era hijo.
Trabajaba donde un herrero. Usaba ropa vieja.
Sus zapatos de trabajo raídos y míseros.
Sus manos estaban manchadas de herrumbre y aceite.
Al caer la noche, cuando cerraba el taller,
si había algo que deseaba mucho,
alguna corbata un poco cara,
alguna corbata para el domingo,
o si había visto en una vitrina y la quería
alguna bonita camisa azul oscuro,
vendía su cuerpo por un talero o dos.
Me pregunto si en los tiempos antiguos
poseyó la gloriosa Alejandría un joven más bellísimo,
un muchacho 'más perfecto que él - que se perdió:
no hubo, se comprende, estatua o pintura suya:
arrojado al mísero taller de un herrero,
se hubo de acabar tempranamente por el trabajo penoso
y por una vulgar corrupción, desdichada.
Constantino Cavafis / Grecia
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