A Nikos Dimou lo han acusado de “antigriego” tantas
veces como halagado por su sentido para la ironía. En “La desgracia de ser
griego” le pasó factura filosófica a sus compatriotas hace ya casi cuatro
décadas. Ahora, las tesis plasmadas en este libro parecen más actuales que
nunca, y al análisis de Dimou se recurre con frecuencia en la búsqueda de las
raíces de los problemas que achacan al país sur europeo. También Deutsche Welle
le preguntó por la crisis, entre otros asuntos.
Deutsche Welle: ¿Por qué considera usted una
desgracia ser griego?
Nikos Dimou: Los griegos tienen un gran
problema de identidad. Cuando Grecia se liberó de la dominación otomana en
1830, el 90% de los griegos eran campesinos. Una burguesía al estilo de la
surgida en Europa occidental no se había desarrollado en Grecia.
Nosotros no tuvimos ni Renacimiento
ni Ilustración ni reforma eclesiástica. Todos estos acontecimientos que
sentaron los cimientos de la Europa moderna no se dieron en nuestro país. Los
griegos se tuvieron que poner al día rápidamente en muchas cosas. Al mismo
tiempo, les hicieron creer que eran mejores que el resto de los europeos: los
divinos hijos de la mayor civilización sobre la faz de la Tierra. Todavía hoy
muchos griegos se sienten orgullosos de ser los descendientes de Aristóteles y
Platón. Pero esto es deprimente. Es como ser el hijo de un premio Nobel que no
ha conseguido llegar muy lejos en la vida y se le compara constantemente con su
padre.
¿Existe relación entre ese
problema de identidad del que habla y la actual crisis económica?
Sí, por supuesto. En mi opinión, el problema de
identidad forma parte fundamental del alma griega. Con Europa mantenemos una
relación de amor-odio. Envidiamos a países como Alemania o Francia y nos
gustaría ser como ellos. Pero, al mismo tiempo, no nos fiamos de Occidente.
Tendemos a exportar las razones de nuestros problemas y a autoconvencernos de
que son malvadas fuerzas extranjeras las responsables de todo lo malo. Dentro
de esto se enmarca el recurso a Angela Merkel como cabeza de turco en la actual
crisis griega. A esta desconfianza hacia Occidente también ha contribuido la
Iglesia ortodoxa griega, que ha predicado durante siglos contra los ‘herejes
occidentales’.
¿Cuánta influencia social tiene
hoy por hoy la Iglesia ortodoxa griega?
Todavía mucha. Siempre que el Estado ha querido
emprender reformas que a la Iglesia no le han gustado, la Iglesia ha acabado
ganando la batalla. La mayoría de mis compatriotas sólo va a la iglesia en
Navidad y en Semana Santa. La religión ortodoxa es para nosotros más una
tradición, un pedazo de identidad cultural.
¿Se esperaba usted una crisis
como la que está viviendo en estos momentos Grecia?
Sí, que algo así iba a pasar lo predije ya hace mucho
tiempo. Los griegos gastábamos cada vez más dinero, contratábamos cada vez a
más funcionarios e incluso celebramos los Juegos Olímpicos. Este comportamiento
me recuerda al de las familias pobres que se endeudan hasta el resto de sus
días para organizar las bodas de sus hijas.
¿En qué situación cree que estará
Grecia dentro de diez años?
La humanidad seguirá avanzando, Europa superará la
crisis económica. Pero yo no creo que siga en este mundo cuando eso pase. Tengo
77 años y aunque viviera aún 10 años o más, dudo que vea el final de esta
crisis. La crisis va a mantener en vilo a Europa durante mucho tiempo. (dw.de, 31/3/2012)
1 σχόλιο:
jajaja, la desgracia de no ser reconocido como "filósofo" en su propia patria.
P.
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