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Pasó la noche observándolo mientras dormía a su lado, ciego de alcohol. Una sonrisa permanecía en su semblante y sus manos se movían nerviosamente, como si apartaran sueños desapacibles. Se sorprendió a sí misma encogiéndose, buscando los extremos, para no rozarle por descuido. ¿No dicen que lo primero que se retira es el cuerpo? El cuerpo de él se había retirado primero y había dejado al suyo desprevenido, abrazándose a sí mismo. Ni era, pues, culpa del tiempo cuando sentía frío por las noches. Ni del desgastado edredón. Era que él se fugaba en secreto a través de los sueños y se podaba en los bucles rojos y el pecho blanco de aquella mujer.
¿Blanco? ¿Era realmente blanco? Dio un brinco, cogió el bolso y sacó la fotografía y encendió la luz del despacho. Buscó el papel celo y pegó con manos trémulas la troceada imagen. Ya estaban de nuevo juntos los amantes: «Era inevitable», le sonreían. «Mira qué bien quepo en sus brazos», le decía ella. «Está por encima de mis fuerzas, ya lo ves», levantaba los hombros él. Hasta un ciego podía verlo. El hombro de ella cabía perfectamente en la palma de él. No necesitaba tacones para besarle el cuello. Hechos el uno para el otro», que diría su madre. «Coqueta. No como esa facha que tú llevas.» Su «facha» era la de aquellos raídos vaqueros que llevaba tanto en verano como en invierno, y algunas dadas de sí para hacer jogging. Jogging entre el dormitorio, la cocina, el salón y la oficina de Hacienda del barrio de Jalandri.
Lena Divani: Las mujeres de su vida (Alfaguara, 2001)
Traducción: Natividad Gálvez
Pasó la noche observándolo mientras dormía a su lado, ciego de alcohol. Una sonrisa permanecía en su semblante y sus manos se movían nerviosamente, como si apartaran sueños desapacibles. Se sorprendió a sí misma encogiéndose, buscando los extremos, para no rozarle por descuido. ¿No dicen que lo primero que se retira es el cuerpo? El cuerpo de él se había retirado primero y había dejado al suyo desprevenido, abrazándose a sí mismo. Ni era, pues, culpa del tiempo cuando sentía frío por las noches. Ni del desgastado edredón. Era que él se fugaba en secreto a través de los sueños y se podaba en los bucles rojos y el pecho blanco de aquella mujer.
¿Blanco? ¿Era realmente blanco? Dio un brinco, cogió el bolso y sacó la fotografía y encendió la luz del despacho. Buscó el papel celo y pegó con manos trémulas la troceada imagen. Ya estaban de nuevo juntos los amantes: «Era inevitable», le sonreían. «Mira qué bien quepo en sus brazos», le decía ella. «Está por encima de mis fuerzas, ya lo ves», levantaba los hombros él. Hasta un ciego podía verlo. El hombro de ella cabía perfectamente en la palma de él. No necesitaba tacones para besarle el cuello. Hechos el uno para el otro», que diría su madre. «Coqueta. No como esa facha que tú llevas.» Su «facha» era la de aquellos raídos vaqueros que llevaba tanto en verano como en invierno, y algunas dadas de sí para hacer jogging. Jogging entre el dormitorio, la cocina, el salón y la oficina de Hacienda del barrio de Jalandri.
Lena Divani: Las mujeres de su vida (Alfaguara, 2001)
Traducción: Natividad Gálvez
2 σχόλια:
Al cumplir los treinta y cinco años, Ana ve sacudida su vida por un incidente: el descubrimiento de una fotografía que muestra a una bella desconocida en brazos de su marido. A partir de ese momento, la protagonista se replantea su monótona existencia y emprende un tortuoso camino jalonado de diversas etapas. Las mujeres de su vida es la historia de la lucha de Ana, de la evolución de su
personalidad a través de las voces de las mujeres que la rodean: su madre, Mania, una mujer fuerte y decidida; Katerina, su hija adolescente, incapaz de entender la ira de Ana; una amiga de la infancia; una compañera de estudios; su jefa.
La autora traza un retrato psicológico preciso de una mujer de nuestro tiempo. La protagonista es una víctima de las exigencias de la sociedad moderna: se espera de ella que sea, al mismo tiempo, una buena madre y una triunfadora en el trabajo, sin dejar de ser una esposa atractiva. Con Las mujeres de su vida, Lena Divani ha conseguido en Grecia, su país de origen, un éxito arrollador, gracias a su capacidad para transmitir las dudas, las inquietudes y los esfuerzos de una mujer por conquistar un lugar en el mundo.
"Uno de los aspectos más hermosos y mejor elaborados en la novela de Lena Divani es el modo en que surgen las siete maneras distintas de narrar y pensar; siete lenguajes diferentes para expresar diversos puntos de vista."
M. Loukakis
To Vima tis Kiriakis
Con su primera novela, Lena Divani aporta a la literatura una narración contemporánea y original. En ninguna otra historia se describe de una manera tan ferviente lo que significa ser una mujer en los noventa. Debo confesar que nunca había leído un libro tan intenso sobre el mundo de las mujeres."
Harpers Bazaar
Una novela escrita con profundidad, pasión y humor. Lo más impresionante es el lenguaje y el ritmo de la narración."
Ethnos
Magnífico espacio, volveré sin remedio...
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