Si mi madre no tuviera la manía de recoger toda la basura, tal como hacía su tía Eftalía, todas esas escrituras se habrían perdido. Si hubieran caído en mis manos, se habrían quedado para siempre en algún contenedor, porque yo tiro toda la porquería sin pensármelo dos veces.
Cuando murió la tía Catina, mi madre, por suerte, se encargó de limpiar la casa de Egina y de seleccionar sus cosas. Se limitó a pasar la fregona y a dar toda su ropa al monasterio de San Nectario, para los pobres. De todos sus chismes, guardó las libretas. Como buena guardiana de las escrituras, las escondió con mucho esmero, con la orden expresa de Catina de entregármelos hoy, día 14 de septiembre, veintitrés años después de su muerte.
[…]
Más abajo, en el libro de cuentas, había escritos unos sortilegios de magia. A las brujas, a veces las llamaba «brujas», otras veces las llamaba «iluminadas» y otras, «guardianas de las escrituras». Deben de ser cosas distintas. Tal vez haya una jerarquía. Abrí el libro de la cerradura. En efecto, cada nombre dorado tenía a su lado un sol distinto que arrojaba una luz cegadora. ¡Hummm...! Al lado de la luz, una espiga y un triángulo al revés.
Me llevé la libretita a la cama. Encendí la luz y empecé a leer. Mira, otra vez el mismo triángulo al revés. Aquí lo explica. Menos mal que tengo esta libreta. Es el símbolo de la madre Atarti... «Madre Atar...» Me paré a pensar. Este nombre me suena. Me vino a la mente la imagen de una mujer vestida de negro. Mamá se estaba untando el cuello con crema de noche y se me acercó.
—El Día de la Cruz no se lee.
[…]
Catina nació en Capadocia en 1878. Más o menos. Cuando su padre murió, se fue del pueblo, siendo una niña, con su madre Eftalía, y enfilaron hacia Esmirna, donde tenían algún que otro familiar. Llegaron allí con una mano delante y otra detrás, en 1887.
Fue entonces cuando algunos de los sortilegios fueron escritos. Catina había escrito unas cuantas interpretaciones en la libretita de cuentas. Menos mal. Las brujas también tienen una sucesión, que empieza por la elegida. Su día sagrado es el Viernes de las Almas. Tal día como hoy. Cada familia de brujas la regenta una bruja superior, que es elegida desde pequeña y a quien sólo puede bautizar la madre Atarti. A esta la llaman «la Iluminada». A nadie interesa en absoluto si es pagana, mahometana y con velo, atea, budista, cristiana o judía. A Catina la iluminó la misma Atarti.
Así pues, si mi madre es la «guardiana de las escrituras», yo, que las he recibido, ¿qué soy? ¡Uf!
Mara Meimaridi: Las brujas de Esmirna (Berenice, 2008)
Cuando murió la tía Catina, mi madre, por suerte, se encargó de limpiar la casa de Egina y de seleccionar sus cosas. Se limitó a pasar la fregona y a dar toda su ropa al monasterio de San Nectario, para los pobres. De todos sus chismes, guardó las libretas. Como buena guardiana de las escrituras, las escondió con mucho esmero, con la orden expresa de Catina de entregármelos hoy, día 14 de septiembre, veintitrés años después de su muerte.
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Más abajo, en el libro de cuentas, había escritos unos sortilegios de magia. A las brujas, a veces las llamaba «brujas», otras veces las llamaba «iluminadas» y otras, «guardianas de las escrituras». Deben de ser cosas distintas. Tal vez haya una jerarquía. Abrí el libro de la cerradura. En efecto, cada nombre dorado tenía a su lado un sol distinto que arrojaba una luz cegadora. ¡Hummm...! Al lado de la luz, una espiga y un triángulo al revés.
Me llevé la libretita a la cama. Encendí la luz y empecé a leer. Mira, otra vez el mismo triángulo al revés. Aquí lo explica. Menos mal que tengo esta libreta. Es el símbolo de la madre Atarti... «Madre Atar...» Me paré a pensar. Este nombre me suena. Me vino a la mente la imagen de una mujer vestida de negro. Mamá se estaba untando el cuello con crema de noche y se me acercó.
—El Día de la Cruz no se lee.
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Catina nació en Capadocia en 1878. Más o menos. Cuando su padre murió, se fue del pueblo, siendo una niña, con su madre Eftalía, y enfilaron hacia Esmirna, donde tenían algún que otro familiar. Llegaron allí con una mano delante y otra detrás, en 1887.
Fue entonces cuando algunos de los sortilegios fueron escritos. Catina había escrito unas cuantas interpretaciones en la libretita de cuentas. Menos mal. Las brujas también tienen una sucesión, que empieza por la elegida. Su día sagrado es el Viernes de las Almas. Tal día como hoy. Cada familia de brujas la regenta una bruja superior, que es elegida desde pequeña y a quien sólo puede bautizar la madre Atarti. A esta la llaman «la Iluminada». A nadie interesa en absoluto si es pagana, mahometana y con velo, atea, budista, cristiana o judía. A Catina la iluminó la misma Atarti.
Así pues, si mi madre es la «guardiana de las escrituras», yo, que las he recibido, ¿qué soy? ¡Uf!
Mara Meimaridi: Las brujas de Esmirna (Berenice, 2008)
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