.
Fumé mi primer cigarrillo a los once años, en 1943. (…)
Mijalis se acercó a mí, me pasó el brazo por el hombro, como de igual a igual, y me enseño lo que tenía que hacer.
- Apriétate la barriga con la otra mano y aspira hondo.
Cogí el cigarrillo e hice lo que me dijo. De repente sentí que me ardía la garganta y que los ojos se me salían se las órbitas. El humo del cigarrillo se me fue por otro lado y, ahogado por la tos, empecé a escupir sin parar. Los gemelos se partían de risa y echaron a correr persiguiéndose y dando brincos como cabras. Vasilis fue tras ellos. (…)
Fumé mi segundo cigarrillo cinco años más tarde. (…)
Al día siguiente teníamos examen de Historia. Me encerré en mi habitación e hice el intento de estudiar. A primera hora de la tarde vino Nicos y me sacó de casa. Tampoco él podía concentrarse. La historia, en forma de una curva sexual de nalgas muertas, se mofaba de nosotros desde la cima de aquella pirámide matinal.
Salimos a la calle y al final acabamos por la zona de la estación. Más allá de las vías, en la vieja carretera que iba a Tegea, estaba el burdel oficial de Casamías. La casa estaba vallada, y a pesar de que aún era de día, en la fachada principal brillaba una bombilla desnuda. Nos quedamos fuera, indecisos. No nos atrevíamos a confesar que nos faltaba el coraje para entra. Finalmente, salimos del atolladero por la puerta de servicio, al otro lado de la tapia. Se abrió de repente y por ella apareció encorvado el poeta nacional, con el pañuelo y las botas militares.
Nos hicimos a un lado de un brinco, rodeamos la tapia y fuimos a dar a una de las esquinas. Nos quedamos rígidos contra la pared. Delante de nosotros había un canalillo de aguas verdosas. Cientos de condones usados se pudrían en él. Mientras esperábamos a que el poeta se alejara, Nicos sacó dos cigarrillos del bolsillo de su chaqueta. Había empezado a fumar desde el día del famoso chasco y, para no dejar huellas, compraba los cigarrillos sueltos, siempre de dos en dos. Me dio uno y esa vez no lo rechacé. Lo encendí, aspiré el humo con cuidado, lo retuve por un momento en la boca y después lo fui dejando salir a bocanadas.
Zanasis Valtinos: Afdicción a la nicotina en
Adicción a la nicotina y otras obsesiones (Ediciones de oriente y del mediterráneo, 2005)
Fumé mi primer cigarrillo a los once años, en 1943. (…)
Mijalis se acercó a mí, me pasó el brazo por el hombro, como de igual a igual, y me enseño lo que tenía que hacer.
- Apriétate la barriga con la otra mano y aspira hondo.
Cogí el cigarrillo e hice lo que me dijo. De repente sentí que me ardía la garganta y que los ojos se me salían se las órbitas. El humo del cigarrillo se me fue por otro lado y, ahogado por la tos, empecé a escupir sin parar. Los gemelos se partían de risa y echaron a correr persiguiéndose y dando brincos como cabras. Vasilis fue tras ellos. (…)
Fumé mi segundo cigarrillo cinco años más tarde. (…)
Al día siguiente teníamos examen de Historia. Me encerré en mi habitación e hice el intento de estudiar. A primera hora de la tarde vino Nicos y me sacó de casa. Tampoco él podía concentrarse. La historia, en forma de una curva sexual de nalgas muertas, se mofaba de nosotros desde la cima de aquella pirámide matinal.
Salimos a la calle y al final acabamos por la zona de la estación. Más allá de las vías, en la vieja carretera que iba a Tegea, estaba el burdel oficial de Casamías. La casa estaba vallada, y a pesar de que aún era de día, en la fachada principal brillaba una bombilla desnuda. Nos quedamos fuera, indecisos. No nos atrevíamos a confesar que nos faltaba el coraje para entra. Finalmente, salimos del atolladero por la puerta de servicio, al otro lado de la tapia. Se abrió de repente y por ella apareció encorvado el poeta nacional, con el pañuelo y las botas militares.
Nos hicimos a un lado de un brinco, rodeamos la tapia y fuimos a dar a una de las esquinas. Nos quedamos rígidos contra la pared. Delante de nosotros había un canalillo de aguas verdosas. Cientos de condones usados se pudrían en él. Mientras esperábamos a que el poeta se alejara, Nicos sacó dos cigarrillos del bolsillo de su chaqueta. Había empezado a fumar desde el día del famoso chasco y, para no dejar huellas, compraba los cigarrillos sueltos, siempre de dos en dos. Me dio uno y esa vez no lo rechacé. Lo encendí, aspiré el humo con cuidado, lo retuve por un momento en la boca y después lo fui dejando salir a bocanadas.
Zanasis Valtinos: Afdicción a la nicotina en
Adicción a la nicotina y otras obsesiones (Ediciones de oriente y del mediterráneo, 2005)
Δεν υπάρχουν σχόλια:
Δημοσίευση σχολίου