Σάββατο 30 Ιουνίου 2012

ΕΛΛΗΝΙΚΗ ΑΣΤΥΝΟΜΙΚΗ ΛΟΓΟΤΕΧΝΙΑ 5. ΒΑΣΙΚΟΣ ΜΕΤΟΧΟΣ

Capítulo 1
—¿Puede explicarnos la doctoranda por qué ha elegido este tema?
Lleva una blusa roja y aquellos vaqueros que casi nunca se quita. Es como si la viera con la ropa de diario. La única diferencia es la chaqueta azul con un broche que se ha puesto para la ocasión. Le brilla la cara, en parte por la angustia y en parte por el calor: estamos en junio y la humedad de Salónica resulta insoportable.
—Porque creo, señores del tribunal, que las cuestiones controvertidas y complejas, incluso las irresolubles, desbordan los límites de cada ciencia. No son asuntos meramente jurídicos o políticos. Quería investigar una de estas cuestiones complejas. En otras palabras, quería demostrar que el problema del terrorismo sólo puede abordarse de manera interdisciplinar.
Mantiene la mirada fija en los profesores del tribunal, los dedos entrelazados y las manos fuertemente unidas, sin duda para que se protejan mutuamente de movimientos inoportunos. Evita volverse hacia el lugar en que nosotros estamos sentados. Teme que nuestras miradas se crucen y le traicionen los nervios.
¿Cuántos años hace que esperaba yo este momento? Al principio sólo contaba con que estudiaría la licenciatura; cuatro, a lo sumo cinco años si se encallaba en alguna asignatura. Después llegó el doctorado y han sido ocho. Ocho años que cuento y
recuento mi sueldo, a ver si ha subido: cuento el alquiler y los gastos de la casa, cuento la ropa y las camisas que me compro, los zapatos de Adrianí, cuento, cuento...
De repente pasaban por delante de mí, en lugar de billetes de mil y de cinco mil dracmas, billetes de veinte y de cincuenta euros, pero no hice caso y seguí contando. Y todo eso, durante ocho años enteros, para sacar adelante la carrera de Katerina.
—¿Se puede considerar un homicidio consumado en el curso de una acción terrorista, legalmente hablando, un acto igual a un homicidio cuyo objetivo fuera la sustracción de los bienes materiales de la víctima?
«¿Qué hará con tantos estudios?», me decían mis compañeros policías. «Si fuese un chico, aún. Ha de hacer carrera, casarse el día de mañana, formar una familia... Pero ¿una chica? ¡Inscríbela en la Escuela Superior de Policía, que le den una plaza y que tenga un sueldo seguro, un mes sí, y el otro también, y para toda la vida! Y si no quiere ser policía, mándala a algún centro de formación profesional, que aprenda un oficio, y que ayude en los gastos de la casa.»
Cuando les comuniqué que había ingresado en la Facultad de Derecho me miraron extrañados, con aquella expresión que significa: «Me das pena, pero no te lo quiero decir». De vez en cuando me preguntaban: «¿Qué tal Katerina?», «¿Cómo le va en la universidad?», «¿Cuándo termina?». Y cuando dije, casi mirando al suelo como si me avergonzase, que había acabado pero que continuaba con el doctorado, se produjo el mismo silencio sepulcral que cuando empezó la universidad. Sólo Tsabarás, de la Dirección Antifraude Fiscal, me dijo: «Dejarás que se complique la vida, ¿verdad?».
—Si en un caso el móvil es la desesperación política de un pueblo oprimido y en el otro una ganancia ilícita, entonces, aunque en ambos casos parezca evidente que el delito es el mismo, el juez, sin embargo, podría actuar de modo distinto al dictar sentencia.
Miro a Adrianí, que está sentada tres filas más adelante. Ha argumentado, como excusa, que quería sentarse delante mismo de Katerina para verla mejor. Se ha puesto todas las joyas que guarda desde que se fue de casa de sus padres: el anillo que le regalé cuando nos prometimos y el de la boda, además del collar con que la obsequié cuando nació Katerina.
«¿Cómo se te ha ocurrido emperejilarte de esta manera? ¿Crees que vamos a una recepción?», le he dicho al verla tan elegante.
«Si no me lo pongo por nuestra hija, ¿cuándo me lo pondré? Una vez más cuando se case, y después lo guardaré todo bajo siete llaves para siempre.»

Petros Márkaris: El accionista mayoritario (Tusquets)
Ese caluroso mes de junio Kostas Jaritos de pronto recibe una terrible noticia: el barco en el que su hija Katerina viajaba a Creta, donde se disponía a disfrutar de unas breves vacaciones con su novio, acaba de ser asaltado por un comando terrorista. La vida de todos los viajeros corre peligro, pero los terroristas callan, ni siquiera han declarado de qué nacionalidad son, qué pretenden hacer con el barco ni qué condiciones piensan exigir a cambio de la vida de los pasajeros. ¿Son islamistas de Al-Qaeda, palestinos, chechenos? En estas, le ordenan investigar el asesinato de un modelo publicitario que trabaja haciendo anuncios para la televisión. El comisario tendrá que mantener toda su sangre fría para lidiar en ambos frentes: el del mundo de la publicidad y el del terrorismo internacional, mientras su vida familiar se ve dramáticamente afectada.


Kostas Jaritos es un policía que parece antipático, esta siempre más o menos malhumorado, es un hombre descontento: no está a gusto con su pasado (como nuestro Pepe Carvalho), no le gusta saber de donde viene y su futuro le resulta incierto (como a nuestro Carvalho, que no sabe si ahorrará suficiente para la jubilación). Pero, a pesar de todo, sigue adelante. Nos gusta cuando es consciente que “estoy luchando contra un monstruo de dos cabezas y tengo que conformarme con cortarle tres deditos”.
Jaritos es un policía que ya ha cumplido los cincuenta, con una mujer que no es catedrática de literatura, ni especialista en Henry James, ama de casa aficionada a los reality shows de la televisión, con una hija estudiante de derecho, en la primera novela, abogada después. Él es consciente de sus limitaciones, “a fin de cuentas qué sería de un policía sin prejuicios”, nos dice en Defensa cerrada, y anteriormente, en Noticias de la noche, nos ha confesado que “el policía que ya no pega es como el fumador que ya no fuma. Aunque la lógica le diga que ha hecho muy bien en dejarlo, por dentro se muere de ganas por repartir unas cuantas hostias, como el ex fumador se muere por un par de caladitas”.
Un policía que proviene de la dictadura, como nuestro querido Inspector Méndez, creado por Francisco González Ledesma, el Primer Premio Pepe Carvalho.
Nos gusta Jaritos porque los años de ejercicio profesional no han conseguido que caiga en la rutina o en el cansancio.
Desde entonces, desde aquella primera novela, Kostas Jaritos es uno de los nuestros.
Paco Camarasa (serienegra.es)

Δευτέρα 25 Ιουνίου 2012

ΕΛΛΗΝΙΚΗ ΑΣΤΥΝΟΜΙΚΗ ΛΟΓΟΤΕΧΝΙΑ 4. Ο ΤΣΕ ΑΥΤΟΚΤΟΝΗΣΕ

Capítulo 1
El gato, sentado en el banco de enfrente, me mira. Siempre me lo encuentro aquí por las tardes, acurrucado sobre el respaldo. Los primeros días me observaba con recelo, dispuesto a salir huyendo si intentaba acercarme. Cuando se aseguró de que no le prestaba la menor atención, dejó de incomodarse por mi presencia. Fue así como entablamos una relación de buena vecindad. Él nunca ocupa mi banco, y yo,las pocas veces que llego primero, respeto el suyo y se lo dejo libre. Es un gato de esos que andan por los tejados, aunque no tiene el tradicional color anaranjado que caracteriza a los callejeros. Su pelaje, gris y negro, presenta un dibujo parecido al de los trajes de pata de gallo que llevamos en los bailes del cuerpo o en los funerales. Para las bodas nos vestimos de negro.
Adrianí, sentada a mi lado en el banco, está haciendo punto. Desde aquella noche fatídica en que se me ocurrió la brillante idea de proteger con mi pecho a Elena Kustas de la bala que disparó su hijastro Makis, mi vida ha cambiado radicalmente. Primero me tuvieron ocho horas en el quirófano, después pasé seis semanas en el hospital y ahora me quedan todavía dos meses de baja laboral. Mis relaciones con el Departamento de Homicidios se han interrumpido hasta nueva orden. No me he pasado por allí ni una vez desde que salí del hospital. Mis dos ayudantes, Vlasópulos y Dermitzakis, me visitaban día sí, día no, al principio; después dejaron de venir y se
limitaron a llamar por teléfono y, al final, cortaron toda comunicación. Guikas sólo fue a verme una vez. Apareció acompañado por el secretario general del ministerio, que no me profesa gran simpatía, aunque aquel día se deshizo en sonrisas y alabanzas por mi valentía. Al final, Adrianí tomó las riendas de mi vida, y desde entonces yo no hago más que arrastrarme de la casa al parque y del dormitorio a la sala de estar, como un palestino sometido a arresto domiciliario por los israelíes.
—¿Qué hay para cenar?
No es que me importe demasiado. No he recuperado el apetito, y cada bocado se me atraganta. Saco el tema para romper un poco la monotonía.

Petros Márkaris: Suicidio perfecto (Tusquets)
Tras haber sobrevivido al disparo recibido mientras resolvía su anterior caso (Defensa cerrada), el comisario Jaritos arrastra una aburridísima existencia de convaleciente lejos del ajetreo policial.
Una noche, mientras ve pasar las noticias por el odiado televisor, una escena lo arranca de cuajo de la mediocre monotonía en que ha caído: en medio de una entrevista, un célebre empresario griego saca una pistola y comete un acto que deja pasmados a todos los televidentes. ¿Por qué un hombre de negocios tan discreto y bien considerado realiza una acción tan espectacular? El instinto del viejo sabueso despierta y Jaritos se pone en movimiento. Aunque está de baja y otra persona ha ocupado su despacho en las dependencias de la policía, el olfato del comisario es insustituible para esclarecer un caso cuyas repercusiones aumentan cada día.
Las pesquisas de Jaritos nos llevarán por la Atenas olímpica, donde se percibe la corrupción inmobiliaria y la modernización creciente convive con el café al más puro estilo griego.

Dice Markaris, que habla con entusiasmo, que 'para un escritor de izquierdas es difícil dar el salto y escribir novelas policiacas'. Y se explica: 'La gente de izquierdas odiamos a los policías, sean como sean, y ponerse a escribir con todo ese odio no es bueno'. Pero ocurrió que un buen día Jaritos se presentó delante de Markaris. 'Es un hombre de lo más corriente, que gana un mal sueldo, que tiene una familia a la que quiere y a la que tiene que alimentar y un jefe que le impone respeto y al que teme'.
Así que Markaris le abrió las puertas de sus libros, y ahí está: 'Le salva la perseverancia y la voluntad de resolver los asuntos en los que se ve envuelto'. Eso sí, para Markaris, 'el crimen organizado de nuestros días es tan complejo que Jaritos siempre va superado, porque es eso lo que les toca ahora a los comisarios, lidiar con organizaciones criminales globalizadas y frente a las cuales poco se puede hacer'. Jaritos hace lo que puede. El mundo puede seguir enfangado, pero el comisario cumple con su deber. (elpais.es, 2001)

Τετάρτη 20 Ιουνίου 2012

ΕΛΛΗΝΙΚΗ ΑΣΤΥΝΟΜΙΚΗ ΛΟΓΟΤΕΧΝΙΑ 3. ΑΜΥΝΑ ΖΩΝΗΣ

Capítulo I
Todo empezó con una vibración imperceptible, como si alguien correteara por el piso de arriba.
—¡Un terremoto! —grita Adrianí, presa del pánico. Los terremotos, las hambrunas y las inundaciones son su especialidad.
—¡Será en tu cabeza! —respondo apartando la vista de las páginas del diccionario de Dimitrakos, donde había estado leyendo la voz «Estío: estación del año que comienza en el solsticio de verano y termina en el equinoccio de otoño. No confundir con "hastío": tedio, disgusto, repugnancia».
Hemos venido a pasar las vacaciones de verano en la isla y nos alojamos en casa de la hermana de Adrianí. Acepté el plan a regañadientes, porque no me gusta estar de invitado, siempre pendiente de los demás. Pero Adrianí quería ver a su hermana y, además, no nos conviene gastar mucho dinero. Mientras mi hija Katerina esté estudiando en la Universidad de Salónica, no podemos permitirnos no ya una habitación de hotel en régimen de media pensión, como le gusta decir a mi mujer, sino ni siquiera una triste habitación con el baño en el patio, en régimen de rooms to let, como rezan los rótulos que cuelgan en todas las pocilgas de la isla. Antes había pocilgas y cerdos. Ahora hay pocilgas y turistas.
Es una casa de dos plantas y no está cerca del mar, sino en lo alto del monte, a dos pasos de Jora. La construyeron el cuñado de Adrianí y su hermano en la época dorada de las subvenciones agrícolas de la Comunidad Económica Europea. Mi cuñado es ferretero y su hermano tiene un café, nada que ver con los nobles campesinos. Sin embargo heredaron un terruño de su padre en el que pusieron a trabajar a unos albaneses, recogieron la cosecha, la enterraron en un descampado y se embolsaron la subvención. Así pudieron construir la casa. Bueno, más que de una casa, se trataba de cuatro paredes de ladrillo que luego blanquearon con una mano de cal.
El día de nuestra llegada, cuando quise echar una siestecita, me despertó un escándalo increíble en el primer piso. La casa empezó a temblar hasta los cimientos mientras una voz femenina aullaba: «¡Aaah..., aaah..., aaah!». Como soy policía hasta la médula, creí que el hermano de mi cuñado estaba dando una tunda a su mujer.
Tardé un rato en comprender que no se trataba de una zurra, sino que se la estaba tirando, y que lo que me había despertado eran sus jadeos.
—¡Chist, no está bien escuchar! —susurró Adrianí, siempre tan mal pensada aunque, eso sí, nunca se salta el ayuno en la cuaresma.
—Pero si son las cuatro de la tarde... ¡Hay que tener ganas!
—No es tan extraño. ¿No ves que no están los niños?
Los niños en cuestión son dos chicos: un enano que ronda los diez años y un renacuajo a punto de cumplir los ocho; los dos quieren ser jugadores de baloncesto.
Su padre, que se ha enterado por la televisión de los millones que cobran esos gigantes, ya sean autóctonos o importados, ha instalado una cesta agujereada en medio del salón para que sus retoños aprendan a meter canastas de tres puntos tirando desde el tresillo. Llevan a cabo duros entrenamientos dos veces al día, mañana y tarde, con pelota, saltitos, discusiones y gritos incluidos. Yo me largo al café de su padre, que en lugar de indemnizarme por daños y perjuicios me clava quinientas dracmas por un café.
Por eso he dicho a Adrianí que el terremoto está en su cabeza, por los porrazos de los dos hermanos, pero los acontecimientos desmienten mi suposición cruelmente. La casa se levanta de sus cimientos, queda un rato suspendida en el aire y se asienta de nuevo con un crujido estremecedor. El cuadro de las ovejitas que beben en la fuente se despeña de la pared y los dos cencerros que estaban colgados encima del cuadro empiezan a repicar como endemoniados.
El terremoto se detiene por un instante y enseguida se reinicia con fuerzas redobladas. La casa se tambalea y los muebles se deslizan de un lado al otro del salón.
La pared del fondo se parte por la mitad, como si el Peloponeso se separara de la Grecia continental, y los escombros se precipitan sobre el tresillo color hígado rematado con filetes dorados, que mi cuñado había comprado en Fabricantes Reunidos del Tresillo. En su caída, la pared arrastra al jarrón corintio con sus decorativas y brillantes alcachofas, mientras la araña catedralicia que hace las veces de lámpara de techo se mece cual incensario en manos de un cura enloquecido.
Adrianí se levanta de un salto y toma posiciones bajo el dintel de la puerta.
—¿Qué estás haciendo? —grito.
—Cuando hay un terremoto, has de ponerte en el umbral de una puerta. Es lo único que no se desploma —responde, temblando como una hoja.
De mala gana dejo el Dimitrakos, la agarro de la mano y empiezo a arrastrarla en dirección a la calle mientras las paredes se inclinan y vuelven a recuperar la verticalidad, como si no acabaran de decidir si quieren aplastarnos o no.
En el mismo momento en que cruzamos la puerta de la calle, una parte del techo se desploma. Recibo una ducha de cascotes y miles de alfileres se me clavan en la piel.

Pétros Márkaris: Defensa Cerrada (Tusquets)
El rico empresario Dinos Kustas, conocida figura de la noche ateniense y propietario de un lujoso restaurante y varios clubs nocturnos, es asesinado de madrugada.
Todo apunta a que ha sido víctima de un ajuste de cuentas de la mafia. Sin embargo, para el comisario Kostas Jaritos algo no encaja: cuatro disparos hechos casi a ciegas no parecen obra de un profesional. Cínico, escéptico y obstinado, el investigador recorre las calles de Atenas, corroída por los intereses internacionales y la delincuencia, en busca de respuestas.
Desde los bajos fondos hasta las altas esferas, Jaritos se adentrará en el lado más sórdido de la Grecia contemporánea, al tiempo que desvela un oscuro entramado de blanqueo de dinero y corrupción.

Las novelas de Markaris se leen de un tirón. La vida normal de un tipo normal entra en conflicto con las complejas y secretas tramas del crimen organizado. Jaritos se relaja mirando diccionarios. Y trabaja incansable, medio a escondidas de las advertencias de sus jefes, que le han pedido que archive el crimen de mayor vuelo. Atenas es una ciudad caótica. El mundo, tal vez, es caótico para todos los mortales. Algunos de ellos siguen creyendo que no tienen más remedio que hacer bien su trabajo. Jaritos es uno de ellos; Markaris, otro. Las armas de este último son las palabras. Ahí están sus libros, en los que, después de tirar de un simple hilo, se deja vislumbrar cómo el crimen ha establecido su hogar en el corazón de las sociedades democráticas. Y en el resto del mundo. (elpais.es)

Δευτέρα 18 Ιουνίου 2012

ΑΣΤΥΝΟΜΙΚΟ ΜΥΘΙΣΤΟΡΗΜΑ, ΧΙΟΥΜΟΡ ΚΑΙ ΕΠΙΚΑΙΡΟΤΗΤΑ

Por un mundo mejor al alcance de todos
Ciclo de conferencias
Del 18 al 24 de junio se llevará a cabo el ciclo literario del Festival LEA. Nuestros invitados este año son tanto autores consagrados como escritores que aunque se encuentran en los albores de su trayectoria literaria van dejando su impronta en el ámbito literario iberoamericano.
www.lea-festival.com

18-24.06.2012
Ciclo de Literatura
“Por un mundo mejor al alcance de todos”
Salón de Actos del Instituto Cervantes de Atenas. Mitropoleos 23, Syntagma, (tel. 210.3634117, ext. 2)

Lunes 18 de junio
• 19.30: Inauguración
Encuentro con Petros Márkaris (Grecia) y Maruja Torres (España).
“Novela negra, humor y actualidad”.
Μodera la periodista Ana de Miguel.
En colaboración con la Embajada de España en Atenas.
Con traducción al griego y español

Παρασκευή 15 Ιουνίου 2012

ΕΛΛΗΝΙΚΗ ΑΣΤΥΝΟΜΙΚΗ ΛΟΓΟΤΕΧΝΙΑ 2. ΝΥΧΤΕΡΙΝΟ ΔΕΛΤΙΟ

Será por lo del albanés. Había estado merodeando por la casa de la pareja que encontramos asesinada el martes al mediodía. Aunque la puerta de la vivienda llevaba abierta toda la mañana, no había entrado nadie. ¿Quién iba a meterse en una chabola sin pintar, con una ventana sin postigos y la otra cerrada con tablas? Ni los ladrones se dignarían mirarla. Finalmente, en torno al mediodía, una vecina curiosa que se dio cuenta de que la puerta había estado abierta toda la mañana y que no había ninguna señal de vida, entró para echar un vistazo. Tardó una hora en llamarnos porque se desmayó. Cuando llegamos nosotros, dos mujeres seguían tratando de calmarla rociándola con agua, como se hace con los pescados para que mantengan su aspecto fresco.
Había un colchón desnudo sobre el suelo de cemento. La mujer que yacía de espaldas sobre él debía de tener unos veinticinco años. Presentaba un enorme tajo en el cuello, como si alguien le hubiese abierto una segunda boca, un poco más abajo de la normal, para facilitar la salida de la sangre. Su mano derecha permanecía agarrada al colchón. No sé de qué color habría sido su camisón, pero en ese momento era de un rojo vivo. El hombre que estaba tendido boca abajo a su lado, con el tórax fuera del colchón, debía de tener unos cinco años más que ella. Sus ojos parecían fijos en una cucaracha que pasaba ante ellos en aquel instante, sin prisas. Tenía cinco cuchilladas en la espalda, tres horizontales que iban desde la altura del corazón hasta el omóplato derecho y dos más debajo de la cuchillada central, una a continuación de la otra, como si el asesino hubiese querido grabarle en la espalda la «T» de tormento. La chabola era como todas las casas de quienes salen de un infierno para entrar en el siguiente, con una mesa plegable, dos sillas de plástico y un hornillo de gas.
Dos albaneses acuchillados sólo interesan a los de la tele, y eso si la masacre resulta fotogénica y produce náuseas a las nueve de la noche, justo cuando la gente se sienta a cenar. Tiempo atrás había rosquillas de pan y griegos. Ahora hay cruasanes y albaneses.
Empleamos una hora escasa en completar la primera fase: fotografiar los dos cadáveres, tomar huellas dactilares, recoger cuatro o cinco pruebas en bolsas de plástico y precintar la puerta. El forense ni siquiera se tomó la molestia de presentarse. Prefirió recibir los cadáveres en el depósito. No hacía falta una investigación. ¿Qué había que investigar? La casa no tenía ni armario. Los cinco harapos de la mujer colgaban de un gancho en la pared. Los del hombre estaban a su lado, sobre el cemento.
—¿No vamos a mirar si hay dinero? —preguntó Sotiris, el subteniente, un tipo quisquilloso.
—Busca si quieres, pero no vas a encontrar ni una dracma, ya sea porque no tenían dinero o porque se lo llevó el asesino. De todas formas, esto no significa que los matara para robarles. Aunque lo hiciera por venganza, igualmente se habría llevado el dinero.
Sotiris encontró un agujero en el colchón, pero ni rastro de dinero.
Ningún vecino había visto nada. Al menos, eso es lo que decían. Claro que podían callárselo para soltarlo ante las cámaras y montar el numerito. Sólo quedaba volver a la jefatura para la segunda fase, el informe, que iría directamente al archivo. Buscar al que los había matado sería una pérdida de tiempo.

Petros Márkaris: Noticias de noche (Tusquets)

Atenas, años noventa, la presión de los emigrantes, clandestinos o no, de los antiguos países del Este, el dinero fácil, los empresarios del pelotazo, la corrupción policial, el todo vale de algunos medios de comunicación, también la conciencia de una democracia reconquistada después de una dictadura, son el telón de fondo de una historia que se inicia con la muerte a cuchilladas de una pareja de albaneses y continúa con el asesinato de dos reporteras de una popular cadena de televisión.


Petros Márkaris nació en Estambul en 1937. Tras estudiar ciencias económicas en Viena y en Stuttgart, se trasladó a Atenas, donde reside actualmente. Guionista de televisión y autor teatral, ha colaborado en varios guiones del cineasta griego Theo Angelopoulos, entre los que destacan La mirada de Ulises (1995) y La eternidad y un día (Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1998). Asimismo, ha traducido a importantes autores de lengua alemana, como Goethe, Schnitzler, Brecht y Bernhard. Ha alcanzado fama internacional y prestigiosos premio, como el reciente Premio Pepe Carvalho 2012, con la serie de novelas policiacas protagonizadas por el comisario griego Kostas Jaritos, de la que Tusquets Editores ha publicado todos los títulos: Noticias de la noche, Defensa cerrada, Suicidio perfecto, El accionista mayoritario, Muerte en Estambul y Con el agua al cuello.

Δευτέρα 11 Ιουνίου 2012

ΕΛΛΗΝΙΚΗ ΑΣΤΥΝΟΜΙΚΗ ΛΟΓΟΤΕΧΝΙΑ 1. ΕΓΚΛΗΜΑ ΣΤΟ ΚΟΛΩΝΑΚΙ



Yannis Maris: Crimen en Colonaki (El Nadir, 2011)
"Crimen en Colonaki" es la primera novela de Maris que sembró el germen de la brillante novela negra griega. Con ella comienza la saga del comisario Becas, un hombre tranquilo, perspicaz y familiar quien en esta ocasión investigará el asesinato de Carnesis, un famoso pintor, rico y mujeriego. Le acompañarán en la resolución del caso, el hijo de único incriminado que considera a su padre inocente, un periodista y un intelectual que estuvo en la resistencia durante la ocupación nazi. Tras concienzudas investigaciones que les llevan desde los populosos barrios atenienses hasta el Pireo, nuevos asesinatos y muchos enigmas, los aficionados deberán requerir del auxilio del comisario para concluir el caso. El comisario Becas se convertirá durante los años sesenta y setenta en el protagonista de varias de las novelas de Yannis Maris llevadas al cine y después de la muerte del autor, a series de televisión.


Yannis Maris
[Skopelos (Grecia), 1916-1979]
Periodista de profesión,Yannis Maris escribió numerosas novelas policíacas, muchas de las cuales han sido llevadas al cine. Su obra posee el particular encanto del creador de géneros, ya que él impulsó el auge de la novela negra griega. Sus itinerarios policiales recorren una ciudad tan peculiar como Atenas, cuyas calles, plazas y barrios resuenan en nuestros oídos con la musicalidad de una ciudad que se despierta a la modernidad.


Τρίτη 5 Ιουνίου 2012

ΓΙΑΤΙ Η ΕΛΛΑΔΑ;

¿Por qué Grecia?
Mario Vargas Llosa (elpais.es, 3/6/2012)
En aquella cena, hace ya varios años, me sentaron junto a una señora de edad que cubría sus ojos con unos grandes anteojos oscuros. Era amable, elegante, hablaba un francés exquisito y, pese a que hacía grandes esfuerzos por disimularlo, en todo lo que decía y opinaba se traslucía una enorme cultura. Sólo a media cena advertí, por las grandes precauciones con que manejaba los cubiertos, que era ciega o, cuando menos, que su visión era mínima. Sólo después de despedirnos, averigüé que Jacqueline de Romilly era una gran helenista, catedrática de griego clásico en la École Normale y en la Sorbona, la primera mujer en ser elegida miembro del Colegio de Francia y una de las pocas representantes del género femenino en la Academia Francesa.
El primer libro suyo que leí, Pourquoi la Grèce?, me deslumbró tanto como su persona. Aunque lo que dice y cuenta en él ocurrió hace 25 siglos, es de una extraordinaria actualidad y su lectura debería ser obligatoria en estos días para aquellos europeos que, espantados con lo que está ocurriendo en Grecia, su deuda vertiginosa, su anarquía política, su empobrecimiento pavoroso y la ascensión de los extremismos fascista y comunista en sus últimas elecciones, creen que la salida de ese país de la moneda única, e incluso de la Unión Europea, es inevitable y hasta necesaria.
El libro cuenta cómo la joven Jacqueline leyó en sus años escolares a Tucídides y cómo la impresión que hizo en ella uno de los dos fundadores de la disciplina histórica (con Heródoto) orientó su vocación a los estudios de la Grecia clásica, a la que dedicaría su vida. El ensayo pasa revista, de manera clara, entretenida y profunda —rara alianza para una especialista— a ese milagroso siglo V antes de nuestra era en el que la historia, la filosofía, la tragedia, la política, la retórica, la medicina, la escultura alcanzan en Grecia su apogeo y sientan las bases de lo que con el tiempo se llamaría la cultura occidental. Homero y Hesíodo son bastante anteriores al siglo V, desde luego, y hay artistas, pensadores y comediógrafos posteriores a ese marco temporal. El ensayo no vacila en retroceder o avanzar para incluirlos en el legado griego, aunque el grueso de lo que llama “una visita guiada a través de los textos” se concentra en ese pequeño período de 100 años en que en el reducido espacio del mundo heleno hay como una eclosión frenética, enloquecida, de creatividad en todos los dominios del espíritu, con ideas, modelos estéticos, patrones intelectuales, inventos y descubrimientos, gracias a los cuales la civilización del logos tomaría una distancia decisiva respecto a todas las otras culturas del pasado y de su tiempo y, sin pretenderlo ni saberlo, cambiaría para siempre la historia del mundo.
Jacqueline de Romilly muestra que en Grecia nacieron, o cobraron una realidad y dinamismo que nunca tuvieron antes en la vida social de pueblo alguno, los factores determinantes del progreso humano, como la democracia, la libertad, el derecho, la razón y el arte emancipados de la religión, las nociones de igualdad, de soberanía individual, de ciudadanía, y una manera absolutamente nueva de relacionarse el hombre con el más allá y con los dioses, además, por supuesto, de una idea de la belleza y de la fealdad, de la bondad y la maldad, de la felicidad y la desdicha, que, aunque con los inevitables matices y adaptaciones que ha ido imponiéndoles la historia, siguen vigentes.
Maravilla que un pueblo tan pequeño y tan poco cohesionado políticamente, hecho de unas cuantas ciudades y colonias repartidas por Europa y el Asia Menor, que conservaban un enorme margen de autonomía entre ellas, un pueblo tan instintivamente reticente a conformar un imperio, a practicar el imperialismo y a someterse a la prepotencia de un tirano (como hicieron todos los otros) haya sido capaz de dejar en la historia de la humanidad una huella tan honda, tan presente todavía tantos siglos después, en tanto que casi todos los otros grandes imperios o civilizaciones —los persas y los egipcios, por ejemplo— sean ahora sobre todo, sin olvidar ninguna de sus maravillas, piezas de museo.
No fue un accidente, ni obra del azar, hubo razones para ello y el libro de Jacqueline de Romilly las hace desfilar ante nuestros ojos con la misma desenvoltura, belleza y elegancia con que su conversación me hechizó a mí aquella noche. Los diálogos socráticos y platónicos, además de una manera de filosofar, nos explica, enseñaron a los seres humanos que conversar, hablar en grupo, es una manera más civilizada y ética de convivir que dando órdenes u obedeciéndolas, una forma de la comunicación que reconoce o establece de entrada una igualdad de base, una reciprocidad de derechos, entre los interlocutores. Así fue surgiendo la libertad, desanimalizándose el hombre, naciendo de verdad la humanidad del ser humano.
Esta demostración en Pourquoi la Grèce? no aparece como un discurso abstracto, sino a través de comentarios y de citas literarias, porque, como su autora no se cansa de repetirlo, todo aquello que constituye una cultura está esencialmente representado en sus obras literarias, y la verdadera crítica es aquella que escudriña la poesía, la narrativa, el drama, los ensayos que una sociedad produce en busca de esas verdades recónditas que alimentan su imaginación e impregnan las aventuras y los personajes a que sus artistas dieron vida para aplacar la sed de absoluto, de vivir otras vidas, de sus gentes.
“Sin saberlo, respiramos el aire de Grecia a cada instante”, dice en una de sus páginas. No es la menor de las paradojas que los griegos, que nunca conquistaron a pueblo alguno y sólo combatieron en defensa de su libertad, hayan dominado luego discretamente al mundo entero, empezando por Roma, cuyas legiones creyeron apoderarse de Grecia sin esfuerzo, cuando, en verdad, sería el pueblo vencido el que terminaría por infiltrarse en la mente, el espíritu y hasta la lengua del conquistador. (El ensayo revela que, durante buen tiempo, fue de buen gusto entre las familias romanas contemporáneas de Cicerón y de Virgilio hablar en lengua griega).
Es verdad que la Grecia de nuestros días es muy distinta de aquella donde se construyó el Partenón, en la que peroraba Solón y esculpía Fidias sus estatuas. En los 25 siglos intermedios su pueblo ha experimentado acaso más infortunios y catástrofes que la mayoría de los otros: guerras externas e internas, ocupaciones que por siglos acabaron con su libertad, tiranías y segregaciones que varias veces amenazaron con desintegrarla. Esta mañana leo en el International Herald Tribune una espeluznante descripción del estado de su economía, los grotescos privilegios de que han gozado en todos estos años sus armadores, banqueros y empresarios más prósperos, exonerados de pagar impuestos, y las fortunas que han fugado y siguen fugando del país hacia Suiza y los paraísos fiscales más seguros del planeta, en tanto que el pueblo griego se sigue empobreciendo, viendo encogerse sus salarios o pasando al paro, a la mendicidad y al hambre.
Ante este panorama, lo que debería sorprender no es que muchos griegos hayan votado en las últimas elecciones por nazis y extremistas de izquierda; sino, más bien, que haya todavía tantos griegos que sigan creyendo en la democracia, y que las encuestas para la próxima elección señalen que los partidos de centro izquierda, centro y centro derecha, que defienden la opción europea y aceptan las condiciones que ha impuesto Bruselas para el rescate griego, podrían obtener la mayoría y formar gobierno.
Mi esperanza es que así sea porque, simplemente, Grecia no puede dejar de formar parte integral de Europa sin que ésta se vuelva una caricatura grotesca de sí misma, condenada al más estrepitoso fracaso. Europa nació allá, al pie de la Acrópolis, hace 25 siglos, y todo lo mejor que hay en ella, lo que más aprecia y admira de sí misma, incluyendo la religión de Cristo —una de las páginas más hermosas del ensayo de Jacqueline de Romilly explica por qué buena parte de los Evangelios se escribieron en lengua griega—, así como las instituciones democráticas, la libertad y los derechos humanos tienen su lejana raíz en ese pequeño rincón del viejo continente, a orillas del Egeo, donde la luz del sol es más potente y el mar es más azul. Grecia es el símbolo de Europa y los símbolos no pueden desaparecer sin que lo que ellos encarnan se desmorone y deshaga en esa confusión bárbara de irracionalidad y violencia de la que la civilización griega nos sacó.



LA VERGÜENZA DE EUROPA

Aunque próxima al caos, por no agradar al mercado,
lejos estás de la tierra que tu cuna fue.

Lo que con el alma buscaste y creíste encontrar
hoy lo desechas, peor que chatarra valorado.

Desnuda en la picota del deudor, sufre una nación
a la que dar las gracias era antaño lo más natural.

País condenado a ser pobre, cuya riqueza
adorna cuidados museos: botín por ti vigilado.

Los que invadieron con armas
esa tierra bendita de islas
llevaban, con su uniforme, a Hölderlin en la mochila.

País tolerado ya apenas, a cuyos coroneles
toleraste un día en calidad de aliados.

País sin ley al que el poder,
que siempre tiene razón,
aprieta el cinturón más y más.

Desafiándote viste de negro Antígona, y en el país entero
hoy lleva luto el pueblo cuyo huésped eras.

Pero, fuera de ese país, el cortejo de parientes de Creso
ha acumulado en tus cámaras cuanto brillaba dorado.

¡Bebe de una vez, bebe! grita la clac de los comisarios,
pero airado te devuelve Sócrates su copa a rebosar.

Maldecirán los dioses a coro lo que te pertenece,
pero sin tu permiso no se podrá expropiar el Olimpo.

Sin ese país te marchitarás, Europa,
privada del espíritu que un día te concibió.


Günter Grass
Traducción de Miguel Sáenz (elpais.es)
Related Posts with Thumbnails